La enorme herida que se abrió en el bajo Manhattan tras el derrumbe de las Torres Gemelas cicatriza. O al menos se cierra físicamente. Pasados doce años de los atentados del 11-S, se inaugura en la zona cero el primer edificio de oficinas: el 4 World Trade Center, una estructura de 300 metros de altura diseñada por el renombrado arquitecto japonés Fumihiko Maki.
Es un paso decisivo en el renacimiento del distrito financiero. El 4 WTC se erige, tras cinco años de trabajo, en la esquina opuesta donde se alza la Torre de la Libertad, el rascacielos más alto del hemisferio occidental, de 540 metros (ó 1.776 pies, cifra que coincide con el año de la Declaración de la Independencia), que se inaugurará a comienzos de 2014.
El complejo de oficinas de 72 plantas está al sureste en el World Trade Center, cruzando desde la Torre Uno las cascadas del memorial dedicado a las víctimas del atentado. La estructura tocó su punto más alto en junio del año pasado. La transformación de este vecindario está siendo considerable, y pretende convertirse en todo un modelo del desarrollo urbano.
El 150 Greenwich Street, de 214.000 metros cuadrados y un coste de 1.670 millones de dólares, es propiedad de la Autoridad Portuaria de Nueva York y Nueva Jersey. La ocupación es del 40%. Llevará casi un año hasta que las primeras oficinas empiecen a ser ocupadas. Es en ese momento se espera empezará a funcionar la estación diseñada por el español Santiago Calatrava.Como señalan los promotores del proyecto, lo que sucede en el bajo Manhattan simboliza el espíritu del neoyorquino, que nunca se rinde.
En la última década, se dobló el número de personas que viven en la zona más baja de la isla. Lo que tampoco es un secreto, es que los nuevos edificios del WTC tienen que competir comercialmente con los que se levantan en Midtown.
El 4 WTC tiene un diseño muy limpio y minimalista. La fachada que mira al Memorial es sobria, sin elementos externos. En la base es un paralelogramo, que se estrecha después a dos tercios de altura para convertirse en un trapezoide. Cuando el cielo despejado se refleja en sus cristales de cuatro metros, parece como si desapareciera. Una presencia efímera, como señalan sus creadores.
El mismo efecto se quiere conseguir en el lobby, el más grande en volumen en Manhattan. La pared de granito pulido en la recepción refleja los árboles del parque memorial. En el techo, flota una obra en titanio del artista japonés Kozo Nishino. Y al fondo del corredor que lleva a los ascensores, una pantalla que va del suelo al techo reproduce cascadas de agua, árboles y el cielo, que se reflejan sobre las paredes de madera.
El primer nuevo edificio que se inauguró en el zona cero fue el 7 WTC, en mayo de 2006, pero este está fuera del sitio en el que se alzaban las Torres Gemelas. La Torre 4 no solo es uno de los más avanzados y “verdes” del momento. Otro de sus atractivos es, precisamente, tener a los pies un acceso directo a casi todas las líneas de la enorme red de metro de Nueva York.El particular diseño de la estructura interna de esta fortaleza de cristal da un efecto expansivo del espacio de oficinas. Impone la vista de la Torre Uno al noroeste y la panorámica al ganar altura. En el piso 57 se abre una terraza cuando el esqueleto del rascacielos cambia de forma, desde la que se ve el norte de la isla, Nueva Jersey más allá del Hudson y Queens mientras se refleja en la fachada la Torre de la Libertad. Será de uso privado del inquilino.
Junto a la estación de Calatrava, sigue a nivel de suelo la obra del complejo adjudicado al arquitecto Norman Foster (2 WTC) mientras avanza hacia su finalización otra estructura diseñada por Kohn Pedersen (5 WTC), que sustituye el edificio que ocupaba Deutsche Bank. El proyecto para la reconstrucción de la zona cero incluye uno más diseñado por Richard Rogers (3 WTC), cuya obra está parada en la octava planta a la espera de inquilinos.
La Torre 4 es la más simple de todas. Larry Silverstein, el promotor del World Trade Center, explica que todos estos nuevos edificios con corazón de cemento armado “están construidos para salvar personas”. Es también una declaración de optimismo, tras una década dominada por una airada confrontación en la ciudad a la hora de perfilar y ejecutar el plan para resucitar la zona cero.
Lo único que todo el mundo tenía claro es que había que resolver todos los errores que se cometieron hace medio siglo en la construcción de la Torres Gemelas y que debía darse con una fórmula que permitiera explota comercialmente los edificios a la vez que se preservaba la dignidad de un espacio que los neoyorquinos consideran una especie de santuario.
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