Los espacios homogéneos, decorados en blanco en su totalidad con un estilo 100% minimalista, son ya parte del pasado. El color adquiere protagonismo en el diseño de interiores de cara al próximo año, y los decoradores lo utilizan para dar vida y dinamismo a las diferentes estancias de la vivienda. Tonos vivos resplandecen sobre fondos que sí mantienen –en ocasiones– el blanco brillante, y no se renuncia a objetos creados con elementos naturales (reciclables o reciclados) que recuerdan esa conexión directa con el entorno.
Todo está expuesto a la reinvención en el ámbito del interiorismo. Cada año, los profesionales soprenden con nuevas ideas que demuestran que el mundo del diseño sigue muy vivo. ¿Será cierto que la crisis despierta la imaginación? Paredes, lámparas, muebles, sofás, sillas, mesas e incluso alfombras se convierten en objetos de inspiración artística y se combinan en espacios que no respetan un único estilo sino que dan pie a la heterogeneidad. El eclecticismo adquiere su máxima expresión en la creación de espacios que no dejan de preocuparse por el bienestar de sus usuarios.
Los diseñadores Marta Budó y Pepe Bustamante hablan del «color como expresión de la luz», y juegan con estos conceptos valiéndose de las ventanas de la estancia. En una de sus últimas creaciones, canalizan la luz desde el exterior para mostrar el comportamiento de la pintura y su textura según la incidencia de la luz natural a lo largo del día. «Sin luz no hay color», afirman.
Gracias a los nuevos materiales que pueden aplicarse directamente en la pared, esta se convierte en elemento imprescindible para la ornamentación de las estancias. Papeles pintados, paredes enteladas o llamativas pinturas (hay colores e incluso texturas realmente sorprendentes) se tienen muy en cuenta en el diseño del interior de la vivienda.
Las impresiones digitales y los vinilos son también un recurso muy interesante (especialmente para tematizar una habitación), e incluso los profesionales están afianzando los revestimientos cerámicos no solo en espacios habituales como la cocina y el baño sino en toda la casa.
Con tejidos cada vez más selectos, los sofás también son un elemento clave para dar color al salón. Combinados muchas veces con muebles blancos, suponen un estallido de vida cuando se escogen tonalidades potentes. Lo mismo ocurre con las alfombras, que en invierno son el elemento perfecto para aplicar esa nota diferencial respecto al verano.
Vuelta a la naturaleza
¿Y qué decir de las sillas? Elemento indispensable en el comedor y muchas veces la cocina, son objeto de diversión para muchos diseñadores que las incorporan con diferentes formas y colores para huir de la uniformidad.
El amor por lo natural se asienta definitivamente en el interiorismo, ya de forma más que evidente. Si antes se optaba por incluir mueble de madera natural para hacer ese guiño a la robustez del bosque, ahora, además, se incorporan directamente raíces de árboles a modo de soporte de mesa o como asiento, ramas que ornamentan parte de la pared y del techo de la estancia, reposabrazos o estructuras ornamentales de maderas naturales y grandes espacios verdes (especialmente en vertical) incluso dentro del hogar.
Un ejemplo muy claro (y extremo) de esta tendencia es el diseño ‘La Casita del Árbol’ de Laura García Santos, Armando H. González y Luis Henares López, «inspirado en la naturaleza y en la niñez». Los creadores intentan alejar al usuario de la «pesadez urbana» en un proyecto que aboga por la reflexión y la relajación. Madera natural y ramas que evocan el exterior, además de plantas que llevan al interior de la vivienda un auténtico vergel. Espacios para dar rienda a los sentidos que pueden dar ideas realmente originales a quienes estén decorando su hogar.
En muchas ocasiones, los modernos lacados brillantes reinan en los muebles del salón o la habitación, pero quienes finalmente acaban presidiendo la estancia son los elementos rústicos que aportan gran valor estético.
El siglo XX vuelve con fuerza
Puesto que la unión de estilos decorativos para encontrar sensaciones nuevas es la tendencia más acusada (junto con el uso del color) en la actualidad, los diseñadores están echando la mirada atrás para acercar artículos del pasado al presente. El factor sorpresa adquiere relevancia, y se consigue incorporando piezas de estilos del siglo pasado que nunca dejan de estar de moda.
Elementos de aires industriales aparecen en salones, salas de estar o rincones de lectura, apoderándose de lámparas, mesitas, sillas e incluso librerías. Hierro, acero y maderas son materiales indispensables de este estilo, en el que muchas veces los muebles están pintados en colores fuertes, aunque descapados y desgastados: la belleza de la imperfección adquiere gran fuerza.
El guiño al diseño del siglo XX no cesa en lo industrial, sino que incluso el art decó encuentra su espacio en determinadas piezas incorporadas en espacios recién decorados. Se busca esa estética que surgió en los años 20 buscando glamur e innovación, pero normalmente solo como una pincelada para dar ese toque de distinción.
El carácter personal llega también con la incorporación de elementos vintage de los años 50-60, en esa obsesión de recuperar lo antiguo y adaptarlo o fusionarlo con lo moderno. Los materiales reciclables o reciclados vuelven a poner de manifiesto ese deseo por respetar el entorno, por aplicar la sostenibilidad al interiorismo.