Un término usado en ciencia, teoría de sistemas, filosofía, urbanismo e incluso arte, las "propiedades emergentes" o "emergencias" se refiere a esas propiedades que surgen del funcionamiento colaborativo de un sistema, pero no pertenecen a ninguna parte de él. En otras palabras, las propiedades emergentes son las de un grupo que no resultan posibles cuando cualquiera de los elementos individuales actúa solo. Las ciudades, el cerebro, las colonias de hormigas y los sistemas químicos complejos, por ejemplo, exhiben propiedades emergentes que sirven para ilustrar el concepto.
Colonias de hormigas
Una sola hormiga es un organismo bastante limitado, con poca habilidad para razonar o para completar tareas complejas. Como un todo, sin embargo, una colonia logra tareas sorprendentes, desde construir colinas y diques a encontrar y mover enormes cantidades de comida. En este contexto, las propiedades emergentes se remiten a los cambios cualitativos que ocurren en el comportamiento de las hormigas cuando los individuos trabajan juntos. Solas, las hormigas se comportan erráticamente y casi aleatoriamente, pero la suma de millones de acciones aleatorias sirve para identificar tareas necesarias y organizar a otras hormigas para completarlas. Una hormiga que encuentra comida, por ejemplo, segrega una pequeña cantidad de una sustancia hormonal que atrae a otras que, a su vez, también segregan la misma sustancia cuando llegan a la misma fuente de comida. De este modo, millones de hormigas merodeantes se organizan en líneas rectas que llevan al picnic más cercano. La organización de las hormigas, sólo posible cuando el sistema funciona como un todo y las acciones individuales se refuerzan entre ellas, es una propiedad emergente.
El cerebro
La conciencia humana se suele llamar la propiedad emergente del cerebro humano. Como las hormigas que forman una colonia, no hay una neurona sola que contenga información compleja como el autoconocimiento, la esperanza o el orgullo. Sin embargo, la suma de todas las neuronas en el sistema nervioso genera emociones humanas complejas como el temor y el gozo, ninguna de las cuales se pueden atribuir a una neurona sola. Aunque el cerebro humano no se entiende todavía lo suficiente para identificar el mecanismo por el que funcionan las neuronas, la mayoría de neurobiólogos están de acuerdo en que las interconexiones complejas entre las partes hacen surgir cualidades que pertenecen sólo al todo.
Sistemas químicos
La química estudia un número de casos donde las fuerzas individuales o las acciones no se añaden necesariamente a una simple suma de las partes. En física, dos fuerzas que actúan naturalmente en un cuerpo incrementan la fuerza total, aunque la química trata casos donde, debido a organizaciones complejas de energía atómica en elementos y compuestos, ciertas reacciones químicas crean elementos enteramente nuevos, compuestos o fuentes de energía que no son una simple combinación de los efectos de las partes implicadas. Las acciones de neutralización, por ejemplo, fueron usadas por el filósofo John S. Mill para describir situaciones donde los principios de causa y efecto para cada una de las partes implicadas en una reacción podrían no predecir el resultado. Cuando el ácido hidroclórico y el hidróxido de sodio se combinan, el resultado es sal y agua, un producto para nada consistente con los efectos de un compuesto fuertemente ácido o básico.
Ciudades
La compleja organización social de los humanos también exhibe ciertas propiedades emergentes. Los científicos sociales y planificadores urbanos suelen apuntar a las ciudades como el ejemplo más claro de la emergencia en la interacción humana. Estudian cómo ciertas zonas de una ciudad tienden a desarrollar actividades económicas o sociales similares y gradualmente se convierten en puntos especializados, desde distritos teatrales a grandes mercados de pescado. Especialmente en el caso de actividades que no se controlan por regulación de zona, la decisión de un individuo de conducir cierta actividad en un cierto lugar tiende a hacer que actividades similares o complementarias en el vecindario sean más factibles. Si una persona abre un teatro en una calle, la zona comienza a ser frecuentada por gente que busca actividades culturales, hasta que la calle atrae a galerías de arte y colegios, y gradualmente se convierte en un distrito cultural. La decisión de generar un centro cultural no la toma una sola persona, sino que la confluencia de intereses crea el espacio a través de propiedades emergentes.
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