Las obras de Coderch, Fisac y De la Sota son un antídoto contra los excesos de las estrellas de la arquitectura
Este es un año importante para la historia de la arquitectura moderna española, porque marca el centenario de tres maestros: Josep Antoni Coderch (1913-1985), Miguel Fisac (1913-2006) y Alejandro de la Sota (1913-1996). El centenario se conmemora de diversas maneras, entre ellas una exposición sobre las obras de Fisac y De la Sota (Miradas en paralelo), en el Museo ICO de Madrid, y la celebración a finales de noviembre del VIII Congreso DOCOMOMO Ibérico en la Universidad de Málaga, dedicado al Movimiento moderno y la educación, cuya conferencia inaugural, titulada La anatomía de las intenciones: Alejandro de la Sota, el Gimnasio del Colegio Maravillas, Madrid, 1961-1962,pronunciará este autor.
En obras clave como ese Gimnasio de Maravillas, de Madrid, o el Gobierno Civil de Tarragona (1957), De la Sota, refinando la abstracción, plasmó una arquitectura de la mesura. El primer edificio alberga un vacío que, destinado a la cancha de baloncesto, está recubierto por una serie de vigas de metal curvas que sustentan aulas. En la azotea se sitúa un patio, mientras que el espacio principal inferior está bañado por una luz indirecta sobre la que parece flotar la estructura. Los bocetos arácnidos del arquitecto ponen de relieve cómo surgieron las ideas para ese edificio. Con el Gobierno Civil evitó el pesado tradicionalismo franquista, invirtiendo con sutileza y modernidad el concepto de edificio público. El resultado abunda en dicotomías como las de lleno-vacío y material-inmaterial, recordando el interés del arquitecto en las esculturas de Eduardo Chillida.
Los arquitectos españoles de esa generación absorbieron las tendencias universales de maestros contemporáneos como Mies van der Rohe, Le Corbusier y Alvar Aalto, pero las transformaron para afrontar las realidades sociales, tecnológicas y geográficas de España. Al mismo tiempo se habían criado con sus propias tradiciones y tipologías subyacentes, de manera que De la Sota volvió una y otra sobre el mirador, un elemento que modernizó utilizando materiales industriales y cristaleras. En Coderch influyó profundamente la arquitectura tradicional del litoral catalán, que sin embargo no copió, sino que la transformó mediante un lenguaje formal orgánico y moderno, inspirado en pintores contemporáneos como Miró y Picasso, y en el arquitecto finlandés Alvar Aalto. Seguramente su obra maestra sea la Casa Ugalde (1953) que, situada en la costa, al norte de Barcelona, encaja perfectamente en su entorno, recordándonos las curvas topográficas de Antoni Gaudí.
Para mirar al futuro merece la pena volver la vista atrás, no para copiarlo, sino para transformar principios
Entonces, ¿qué relevancia tienen en la actualidad esas tres figuras señeras de la arquitectura moderna española? La respuesta es sencilla: su obra, de gran trascendencia, fluye a través del tiempo, proporcionando numerosas lecciones de futuro. Influyeron en generaciones posteriores y siguen siendo fuente de inspiración para quienes buscan en la arquitectura contemporánea un rigor que no huya de los problemas sociales y de las dificultades económicas del presente. En la actual crisis económica se diría que son una medicina contra los excesos del star system arquitectónico internacional, que, durante el periodo de despilfarro y engañoso crédito, arrojó sobre el paisaje español catastróficos y ruinosos pecios. Pensemos en la faraónica y pretenciosa Cidade da Cultura de Peter Eisenman (cuya construcción, afortunadamente cancelada, sigue siendo costosa de mantener) o el antiurbano espacio sevillano Metropol Parasol, de Jürgen Mayer, que ahora algunos ciudadanos quieren demoler.
Esos “iconos”, tan del gusto de políticos obsesionados con la publicidad en los años previos a la crisis, poca calidad arquitectónica perdurable le reportaron a España, en tanto que las obras de los maestros sí permanecen. En ocasiones, para mirar al futuro merece la pena volver la vista atrás, no para copiarlo, sino para transformar principios. Tuve ocasión de conocer al enigmático y profundo De la Sota en sus últimos años, cuando estaba físicamente débil, pero mentalmente despierto. La primera vez que vi el Gimnasio de Maravillas fue en el invierno de 1987 y comprendí inmediatamente que era una obra capital. Admiré el rigor, la economía de medios y la sencillez de los materiales industriales: como gustaba de decir De la Sota, “una arquitectura casi sin arquitectura”. Cuando lo conocí le prometí que incluiría el Gimnasio y el Gobierno Civil en futuras ediciones de Modern architecture since 1900.
De la Sota murió el 14 de febrero de 1996 y yo recibí la triste noticia en las oficinas de Phaidon Press, donde precisamente estaba corrigiendo las pruebas de ese libro. Las dejé de inmediato y escribí una breve necrología para EL PAÍS. El libro salió en inglés pocos meses después y fue posteriormente publicado en castellano con el título de La arquitectura moderna desde 1900. Así terminaba el capítulo en cuestión: “Una tradición se asienta no solo en una serie de formas, sino en el vínculo con las ideas arquitectónicas subyacentes. De la Sota retomó a Mies van der Rohe, no para reproducir su estilo, sino para transformar sus principios y ponerlos al servicio de nuevas intenciones y de otromito. Asimismo, el propio De la Sota se convirtió en eslabón de una cadena para las posteriores generaciones de arquitectos españoles que buscan alcanzar su propio equilibrio entre modernidad y continuidad”.
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